Elegir un motivo o un color. El primer paso es escoger el tema que va a caracterizar el dormitorio, por ejemplo unos animales o dibujos que el niño vea en la televisión.
Podemos basarnos en un color y usar colores que vayan a juego, también. Una vez decidamos esto pasamos a pintar las paredes y determinar dónde colocar dibujos, muñecos, posters, etc.
Usar la creatividad. Con imaginación podremos conseguir un decorado de gran belleza. Además, la originalidad es más valiosa que la cantidad de adornos, podemos convertir cualquier objeto o trozo de pared en algo que al niño le guste.
Incentivar la imaginación. Jugar con las formas y los colores es lo que buscamos pero también deberíamos aspirar a crear un ambiente de cuento para el niño.
Convertir una litera en una casita de cuento es una de las posibilidades. Podríamos imitar un barco o un dinosaurio, cualquier forma atractiva es una posibilidad a tener en cuenta.
Partir de los clásicos. No es mala idea empezar con una idea clásica para después pasar a personalizarla como nos parezca mejor.
El azul es muy común para niños y para las niñas lo es el rosa. Podemos pintar la habitación de estos colores y, a continuación, pasar a decorarla de diversas formas en torno a la idea básica, del color principal.
Reutilizar objetos o ropa que ya no se va a usar. Es posible adornar la habitación de un niño mayor usando sus propios juguetes y ropa.
Ya que estos objetos no se van a usar más pueden pasar a ser adornos que resuman la vida de nuestro niño o niña.
Usar el arte del propio niño. Podemos destinar un rincón o lugares de la habitación para colocar dibujos hechos por nuestro pequeño y aumentar o cambiar con el tiempo dichos adornos.
Los niños hacen muchos dibujos y adornos, podemos aprovecharlos para decorar la casa empezando por su propia habitación.